Jorge Oswaldo Martínez

Vengo hablarte sobre “la nada”, ese concepto inmaterial e incoloro, indefectible como invisible, que nos sorprende día a día gracias a su vitalidad prodigiosa. Para mí ella representa un grato momento de paz, de luz, de “pranha”, en cuanto me reflejo en toda su dimensión cuántica ya cristalizada, que es la misma en términos espirituales dentro de una espiral del tiempo sin tiempo, no solamente en los seres fisicamente reales sino más que todo en los llamados anti-seres, como en el caso de los muertos que siempre rondan por ahí, en nuestras mentes. Recordándonos de que un día volveremos hacia ella: la nada.

La nada nos lleva al todo absoluto del existir, y la nada ya no es lo que es o lo que era, pues en ella no existe ni el antes ni el después.

En el fondo de los seres y las cosas, la nada es un ser anti-ser que une y reúne todas sus cualidades y constituyentes en su más abrazadora totalidad del todo y del supra todo. Lo mismo se puede decir sobre la energía oscura que detectamos desde el más allá, junto a las otras energías que luego vendrían… ; y que surgirían desde un horizonte aún no calculado como tampoco imaginado, como si se tratase de un parto infinito de eternidades por nacer. De tal parto hubo una explosión que se expandió por todo aquel espacio vacío, produciendo así un colosal estruendo de ondas electromagnéticas que hasta ahora nos acompañan en la soledad sonora de nuestras más profundas terquedades. La nada siempre prevaleció ante el efecto bigbang, porque ella siempre fue; de ella se desató el violento estallido de yawué, que, como soplo divino, se extendió por todo el universo antes de volver a su esencia de no ser; para así poder velar por los demás a través de sus espirales perfectas o perfectibles, eso es la nada para mí.

 

Jorge Oswaldo Martínez